De corazones

Si pudieras ver mi corazón, ¿qué es lo que hallarías?. Cicatrices. Muchas quizá. Heridas cerradas en el tiempo, por el tiempo.

Las primeras veces, entregué el corazón sin miedos, sin temores:

– Extiende tus manos
– ¿Qué es?
– Solo extiéndelas y cierra los ojos…
– …
– He aquí mi corazón, que está en tus manos ahora.

Y al cabo de un tiempo me lo regresaron. Ajado, estrujado, arañado. Marcado. Herido. El corazón terco, sanaba. Unas cicatrices solamente. Unas cuantas, no cuentan.

El tiempo pasa. Me volvía a enamorar y me decía que esta vez, sí, era ella la persona correcta.

– ¿Extiendes tus manos?
– ¿Para qué?
– Por que quiero entregarte algo
– ¿Qué es?
– Mi corazón
– Mételo aquí en mi cartera…

Regresaba al cabo de un tiempo, nuevamente maltrecho, arañado, sucio. Cuando por fin mis lágrimas lograron curarlo, profundas huellas marcaban su superficie. Cicatrices.

Otra vez, alguna vez, también lo entregué sin dudarlo. Viajé hasta el fin del mundo por ello.

– Quiero entregarte algo pero necesito saber si lo puedes cuidar
– ¡Claro!
– Entonces cierra los ojos y extiende tus manos
– …
– Mi corazón es tuyo
– Voy a ver cual me gusta mas, el que me acabas de dar, o el que tenía antes…

Después de la guerra, regresó nuevamente. Una profunda herida lo cruzaba de arriba abajo todo. Me encerré con él en un cuarto oscuro, donde dormía de día y lloraba de noche. Crucé con él en la mano los mares que me separaban de mis lares. Caminé por el desierto de la desesperanza. Pero regresé nuevamente latiendo firme en el pecho mi corazón.

Cada vez que lo entregaba, regresaba sucio, maltratado, herido. Cada vez peor. Cada cicatriz lo volvía mas feo. Brillaba menos. Pero nunca dejaba de latir. Una persona no puede vivir sin corazón. ¿Debo confiar? ¿Debo entregarlo de nuevo? ¿Debo conformarme con lo que tengo? ¿Por qué?

– ¡Quiero entregarte algo!
– ¿Entregarme algo?… ¿a mi?
– Si. Toma mi corazón. No es nuevo, no es bonito, ni es reluciente. Pero es mio.
– Abre mi pecho y ponlo en este lugar especial que he venido preparando para él.
– …
– Yo también tenía que decirte algo
– No digas nada
– Es que vine a entregarte el mio también…

Y he aquí que ella abre su pecho para que deposite mi corazón en dónde debía estar el suyo.

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