Acaricia mis sueños mientras duermo, mamá.

Me acompañas a cada instante. Sigues presente en cada gota de lluvia que toca el suelo en esta lejana tierra donde ahora vivo. Acaricias mis sueños mientras duermo. Me dices «abrígate bien» cada fría mañana en la que salgo temprano a trabajar. Le susurras a Mimu al oído que me ofrezca un café caliente cada tarde al llegar a casa.

Si nuestra historia tuviera un principio y un final, seria solo un cuento mas. Pero no es historia sino un relato que no tiene, aún, un final.

El principio me imagino que fue tu alegría de saber que pronto me tendrías en tus brazos. La de veces en que habrás pensado como sería yo, que tanto podría crecer, si al crecer llegaría a ser un poeta, un cantante, un ingeniero o un astronauta. La calma tuya al saber que después de mis crisis de asma (que tantas preocupaciones te causan) puedo respirar tranquilo y dormirme al fin, en tu abrazo. La emoción de escuchar mis primeras palabras y de sostener mis primeros pasos. El cansancio de tener que lavar mis pañales o de despertar en medio de la noche porque se me había atravesado un gas y lloraba.

Esos largos viajes al norte, a Huanchaco, para sentarnos juntos en la playa y sentir la brisa el mar en la cara y el sol en la espalda.

Mis primeras fiestas de cumpleaños en el pequeño departamento en el segundo piso en Surquillo, o el miedo que pasas en un par de fuertes terremotos arrodillada en lo alto de la escalera mientras me abrazas.

La paz de tus rezos conmigo cuando de la mano me llevas a la procesión del Señor de los Milagros y me enseñas mis primeras oraciones a papá Dios, a María y a los angelitos de la guarda. Me enseñas que hay un Dios y que nos ama.

Las decisiones que tomas por mi salud, cuando dejas a la familia, tus hermanos y hermanas en Lima, por establecernos en Vítor, Arequipa, porque el clima me hacia bien, era mas sano. A pesar que vivir en la altura acelera tu ritmo cardíaco y sufres por tu presión alta, no te importa correr detrás mío en la plaza principal. Como tampoco te importa levantarte muy, muy temprano para conseguir leche fresca recién ordeñada y pan de tres puntas en la tienda de la esquina, con mantequilla de verdad que tu y yo y Patty hacemos de la nata que batimos hasta que nos duelen los brazos.

El principio sigue siendo cada vez que me repites el alfabeto para enseñarme a leer aquellos cuentos y fabulas que tanto me gustaban que narraras. Y que después leo y releo con tanta fruición. Sigue siendo, imagino, esa mezcla de miedo y orgullo de mi primer día de clases, ya de regreso en Lima, en nuestro San Roque. Me acompañas hasta la entrada, el gran portón azul, donde el señor Acosta nos saluda con una gran sonrisa y el profesor Landa con una cara ceñuda me manda a la formación. Me escuchas, seguro hasta el cansancio, repetir mis lecciones del día con el profesor Samán y seguro piensas que estoy ya enamorado de la profesora Terry.

Yo aún no sé como haces para trabajar y aun así estar con nosotros cuando llegamos de clase, y cocinar, y limpiar la casa, y lavar la ropa. ¿Cómo haces para estar presente en cada actuación en el colegio, cante o no cante, baile o no baile, recite o no recite? ¿Cómo haces para quedarte tan tarde despierta trabajando ahora haciendo individuales, ahora tejiendo muñecas de rafia, ahora bordando o vendiendo casacas o tarjetas de navidad, ahora haciendo cuentas en ese cuaderno tuyo?.

Nos vamos cada verano de paseo. Generalmente a Trujillo o a Huanchaco. Pero también a Chiclayo o a Tacna. Eres una maga con el dinero. Nunca nos dices que falta, aunque lo sepamos, pero siempre está disponible para atender alguna de nuestras necesidades. No tenemos regalos deslumbrantes en Navidad o en Reyes, pero nunca nos falta nada. «Nada de esto es fiado» nos dices. «Siempre que quieras algo hay que trabajar mucho para conseguirlo», «Ahorra, que ahora puede que no lo necesites, pero quien sabe mañana».

Las páginas de nuestra historia se siguen escribiendo. Y en cada una de ellas puedo leer que apoyas cada uno de nuestras ideas y que nos impulsas a soñar siempre algo mas grande. Hace unos años te dije que quería ser doctor, pero ahora quiero ser arquitecto. Y me regalas la versión peruana de Lego, Mis Ladrillos, para que practique. Y reglas y compases y colores y me compras libros que aquellos tópicos que me interesan. Y regañas a mi hermana porque ha cortado las figuritas de los libros para sus tareas, pero sonríes porque en el fondo ha resuelto el problema que tenia, sin pedirte dinero para las láminas de Navarrete. Me enseñas acerca del orden y el respeto. De los tiempos y de los horarios. De la limpieza de mente, cuerpo y corazón. Valores.

Ahora me has inscrito para practicar Judo, y también has invitado a mis primos a pasar tiempo en casa para salir a pasear al barrio juntos. Me dejas ir a jugar fútbol, fulbito con los amigos de la cuadra y del colegio, aunque casi siempre, por no decir cada vez, regreso golpeado o lesionado. La pierna izquierda quiere jugar, pero los tobillos no ayudan y se tuercen mal y se hinchan.

A papá lo están enviando a trabajar un año en París, Francia. Tienes mucho miedo de dejar a la familia, pero sabes que es una oportunidad única para nosotros. He tenido que aprender francés a la fuerza porque si queremos conocer, salir a comprar o a pasear, lo necesitamos. Me convierto en tu traductor oficial, pero yo feliz contigo. Vamos del brazo caminando juntos por esas frías calles parisinas rumbo a las cabinas telefónicas internacionales donde pasas mas de una hora hablando a Lima, llamando a la tía Agueda, a la tía Otilia, a la tía Julia, a la tía Chela y al tío Jaime. A veces también a mis primas y primos. He visto como el pelo se te ha vuelto blanco, e imagino que extrañas tu tierra y el aire limeño. Pero no desistes y por ti es que hemos estado en Barcelona, en Roma, en Amsterdam, en Bruselas y en muchas mas ciudades. Te encanta escuchar las explicaciones que te doy cuando llegamos a un museo o algún lugar histórico y me preguntas mas, para picar mi curiosidad y que siga estudiando. También aquí cuidas de mis enfermedades desde la primera semana, por nada mas llegar y me contagio de paperas. Y tu que sales a la calle a buscar una farmacia sin saber ni una sola palabra de francés. Pero luego de un año te encanta zanjar las discusiones con un «C’est fini!» o un «C’est tout!» y las compras con «Deux kilos».

Adoro bailar contigo. No tengo mejor maestra que tu. Te encantan los boleros, las cumbias, las guarachas y la salsa, pero sobretodo, el tango. Pude aprender a bailar contigo todo lo primero, pero he comprendido que soy un negado para bailar tango. Pero, puedo bailar música folclórica peruana. Y estás allí apoyándome y apoyando a mis compañeros de clase. Llevándonos sánguches y refrescos para los ensayos, y vendiendo las rifas para poder alquilar los trajes para el festival. Te alegras con todos cuando ganamos año tras año. Y nos dices que nos irá mejor el próximo cuando perdemos.

Te has sorprendido cuando te dije que no necesitaba propina como mis amigos. Que yo iba a ganar un dinero dando clases de matemáticas, química, física o francés. Y que esperaras un poquito que cuando trabaje te voy a comprar tus discos de Julio Iglesias y de ese cantante nuevo que te gusta que se llama Juan Gabriel. Me has tomado la palabra.

Me has mirado con cara de recelo cuando te dije que iba a salir, otra vez, a la casa de una amiga. Ay, seguro que estás pensando en que me vaya bien y que no me rompan el corazón. Por eso me recuerdas que las mujeres y los hombres se tienen que respetar mutuamente. Te quedas esperando a que regrese, seguro para ver si feliz o triste. Y tratas de adivinar los nombres aunque no te los diga.

Cuando salgo a dar largas vueltas en bicicleta se que te preocupas y me riñes un poco cuando te cuento que he llegado hasta La Molina, al Circuito de Playas, a Chorrillos o una vez, hasta Bellavista. Me recomiendas que no sea tan loco y que me cuide. Y me das un RIN para que llame a casa si algo llegara a pasar. Hasta ahora nunca he tenido que llamar.

Me acabas de traer un café caliente, de aquellos que cuelas con tanto cariño. Es casi medianoche, pero quiero seguir estudiando un poco mas. Unos ejercicios mas y me acuesto, te lo prometo. Es que me he propuesto ingresar a la universidad sin que tengas que gastar dinero en esas academias que no sirven para nada. Pierdo un poco la noción de las horas, y cuando caigo en cuenta que es tarde, allí estas tu esperándome para apagar la velita misionera para el Señor de los Milagros que tienes en el velador.

Cómo nos reímos al tomar las fotos el día de los resultados del examen de admisión. Si ya se que es la primera vez que me rapan a coco la cabeza y que seguro me veo completamente diferente, pero no importa el ridículo por que siento una alegría al verte feliz y con una sonrisa tan grande.

Me pregunto cómo vamos a hacer ahora. Las cuotas del ciclo son tan caras, pero tu insististe en que tenía que ser en aquella universidad. Nos sentamos a conversar y te prometí dar mas clases para poder ayudar con los pagos. Sin embargo, tu respuesta fue muy firme: nada de clases, ni que ocho cuartos. A estudiar y mucho. Sin peros, sin reclamos. Conforme fue pasando el tiempo entendí que querías desde siempre lo mejor para nosotros, y que todo tu esfuerzo iba a estar orientado a darnos siempre mas de lo que tuviste. Pero a veces, uno de muchacho no entiende y no llega a comprender el valor del sacrificio, de tu sacrificio.

Ahora no solo somos Patty y yo. También has adoptado a mas hijos: a nuestros amigos del colegio, de nuestros grupos de estudio en la universidad y amigos de la parroquia. Y yo aquí un poco celoso, porque todos te quieren demasiado. Cada reunión de estudio nos dejas bocaditos por allí, en la cocina, como sin querer. Cada vez que nos reunimos a jugar en casa, siempre hay algo que traes para compartir. Cuando hay guitarras en casa pues sales un ratito a escuchar, pues te encanta la guitarra y por eso me propuse aprender a tocar guitarra para cantar contigo.

«Yo vendo unos ojos negros, quien me los quiere comprar…» es la primera canción que toco para ti y la primera que cantamos juntos. La primera de muchas. Ni tu ni yo tenemos voz para el canto y nos reímos de nuestras equivocaciones en la letra y en las notas de la guitarra.

No te he hecho caso. He estado flojo en los estudios y tu pagando y pagando las mensualidades y no me parece justo que mis errores te cuesten tanto. Estoy dejando unos cursos para poder enseñar y tal vez conseguir un trabajo. Y no voy a parar hasta conseguirte una nueva TV mas grande y ahora también un VHS. Solo espérame un poquito. Pero ya ves que bonito se ve. Ahora si. Pero no llores que lloramos juntos.

Aun me sigues esperando en las noches al llegar. A pesar que ya el terrorismo que nos golpeó en Lima está controlado, nunca has dejado de estar preocupada por nosotros. Algunas noches, ya tarde, nos sentamos a tomar un café juntos. Y a conversar, tu mas que yo, de tus recuerdos y de mi día.

Me recuerdas lo duro que fue perder a tu mamá a los ocho años, la forma en que los engañaron para terminar trabajando en Lima en la casa de una supuesta madrina. El apoyo que siempre tuviste de tus hermanas y hermanos. Como conseguiste tu primer empleo. La forma en la que a pesar de las contrariedades saliste adelante. Las veces que en los terremotos te dieron por fallecida. Como conociste al amor de tu vida (aunque no lo dijeras con esas palabras, es así). Como mi hermano mayor, nunca llego a conocernos porque tuvo que partir desde tu vientre faltando unos meses para llegar. Barranco, Surquillo, Callao, Lima, Arequipa, Trujillo, Tacna. Ya no solo eran nombre de ciudades, también son lugares que son tuyos y nuestros. Alexis, Ari, Monchi, Candy. No solo eran mascotas, sino también parte de nuestros días. El tiempo pasa y nosotros sentados con un café viéndolo sumar años.

Miro el reloj y te digo que estoy listo. Y salimos del brazo para la boda de Patty. Aún no cabes en ti de la felicidad que sientes. Y en el auto, camino a la parroquia en Chama, me preguntas cuando llegaran los nietos. Sonrío, porque estoy seguro que muy pronto y que será para ti un comenzar de nuevo.

No pasa mucho tiempo cuando volvemos por el mismo camino, pero ahora soy yo el que se casa. Y sabes dentro tuyo que lo que me dijiste es verdad, que una vez casados el esposo se debe a su esposa y a sus hijos. Y tienes ese sentimiento doble de felicidad y tristeza. Como que las bodas son bienvenidas por la nueva familia pero a la vez, te despides de parte de ti.

Me llamaste para contarme la mejor noticia: la familia crece. Pero si es una alegría tan grande entonces ¿por qué estas llorando? Celebramos todos juntos en torno a una botella de vino. Pero el vino al cabo de unos meses se sintió un poco amargo. Tenias que viajar a acompañar a Patty porque debía viajar si o si al extranjero bajo el riesgo de perder su residencia. Yo entendía perfectamente y es mas, acordamos que era lo mejor para ella y que tu siempre fuiste su apoyo mayor. Cuando llego el momento, el nuevo integrante de la familia no solo era parte de ella, sino que era doblemente parte tuya también. Y te dedicaste en cuerpo y alma, como en todo lo que hacías, a cuidarlo y a criarlo bien. Recién pude entender todo lo que implicaba tanto sacrificio. Pero para ti, no era mas que dar amor, mas amor.

Amor para todos los que vinieron luego, en una cascada de felicidad por la llegada y de profunda pena de separación por la distancia.

Estabas muy ocupada por allá cuando las cosas en mi vida no caminaban según lo que debía ser correcto. Las decisiones llegaron y los días de unidad se quebraron. Estoy seguro que desde la distancia veías ocurrir estas cosas con mucha pena, porque nunca pensaste que podía pasar. Solo me pediste algo muy importante: que no dejara nunca, pero que nunca, de estar pendiente de ellos. Hasta el día de hoy, tus palabras son un mandato.

Para mas inri, algo está ocurriendo en Lima. Tu compañero de viaje está enfermo. Me he enterado cuando hemos ido juntos al hospital por unos resultados de un examen de rutina, pero en lugar de darnos los valores de leucocitos o hematocritos, el doctor dijo cáncer. Por ahora tu no sabes nada, pero es algo de lo que pronto te tendrás que enterar. Mientras tanto, deja que yo me ocupo de todo. Así pues, estar pendiente significaba venir desde Arequipa a Lima todas las semanas un viernes por la noche y regresar nuevamente hasta allá los domingos por la tarde.

Cuando te has enterado has regresado. Pero ya las cosas estaban bastante avanzadas y no solo era el cáncer sino también la demencia senil que se habían instalado en las habitaciones de su cuerpo y de su mente. Ahora, lo cambias y lo bañas, como cuando lo hacías con nosotros. Le cortas el cabello y lo afeitas, aunque el tenga temor y no quiera. Su fuego se va apagando poco a poco, y te afecta aunque quieras decir que no. El día que finalmente partió y durante su despedida, fuiste muy fuerte. Pero al llegar a casa esa noche lloraste en mi hombro hasta que te quedaste dormida. Y nos quedamos sentados en ese mueble por horas y horas en silencio.

Todo va cambiando. Nos hemos despedido de la casa que nos acompañó por tantos años y a la que dedicaste muchísimas horas. Aquella que nos recibió con su enorme jardín y con tres cuartos, un baño, un patio, una vid que colgaba del techo y un muro natural de granadas. Aquella que ha crecido con nosotros, pues tiene ahora sala, comedor, cocina, dos baños y un departamento completo en el segundo piso, y por supuesto, una gruta para la Virgen de Lourdes. La vid ya no está pero ahora hay muchísimas rosas, y un gran árbol de palta. Las rosas siempre fueron tu pasión, y aprendí a nombrar y a conocer los colores. Rojas, amarillas, blancas, rosadas. Y aquellos colores que solo eran tuyos cuando injertabas rosas de dos colores para obtener uno diferente. Cuantas horas hemos pasado afuera, en el jardín, regando los rosales.

Ahora que nos vamos, tengo mucho temor porque vas a vivir sola. Por eso todos hemos acomodado los horarios del trabajo para pasar a verte y estar contigo. Pero no te gusta depender de nadie y ya ves, estoy parado en la puerta esperándote para tomarnos un café y tu no estas.

Los fines de semana entonces tenemos que hacer algo, pero tu siempre encuentras la forma de hacer lo que tu quieres. Pero sabes, hay algo que me empieza a preocupar. A veces, te olvidas de algunas cosas, o de algunas palabras, o de algo que ha pasado momentos antes. Ya no me voy tranquilo desde que una vez al llegar encontré las hornillas encendidas en la cocina. Acompáñame al médico te pido. A regañadientes me haces caso y vamos juntos. Pero te impacientas con las preguntas del médico y de todos los exámenes que te hacen. A lo mejor y es que conmigo no quieres ir, pero pasa lo mismo cuando vas con Mimu.

Las sospechas del médico se confirman luego de tantas pruebas, escaneos y resonancias. Alzheimer es el nuevo huésped que ha venido a vivir con nosotros. No, no estabas invitado pero como me dijiste en la boca del medico, has venido para quedarte, quien sabe por cuantos años.

Hoy no quieres utilizar ese aparato que se llama teléfono celular, por que no lo entiendes y no lo quieres. Pero te repito que es para cualquier emergencia, pero cada vez que te llamo esta guardado en la mesita de noche. En la cena en casa por las noches, insistes en brindar por las buenas cosas. Y brindamos contigo, con una copita de vino. Pues el médico ha dicho que una copita hace bien al corazón, y ya vez, no me molesta como antes, acotas. Me dices en cómplice silencio, que cuide a Mimu, que es una buena chica.

El gran río de la vida me lleva otra vez lejos de aquí, y pero eso viajamos nuevamente rumbo norte. Te quedas con Patty, pero no para que ella te cuide, como descuidadamente dije, sino porque tu vas a cuidar de los niños. ¡Qué desubicado estás para sugerir esas cosas! ¡Yo me puedo cuidar sola!

Nos hemos vuelto a encontrar varias veces mas. Y en cada una de ellas, mis abrazos, nuestros abrazos, no llegan a expresar todo nuestro amor. En tus ojos, ventanas del alma, veo como se va apagando la viva llama, el fuego de tu ímpetu, de tu energía. A veces nos sentamos solamente a mirarnos el uno al otro, otras, nos sentamos y me cuentas la misma historia una y otra vez. Y me dices que quieres regresar a tu casa cuando te digo que tu casa esta aquí.

¿Quién eres? ¿Qué quieres? No, no es nada fácil quedarse así. Y aunque después de un buen rato conversando finalmente recuerdas, mi goce dura solo un instante. Tu voz suena dulce en mis oídos como cuando me enseñabas mis primeras oraciones.

Mas tarde ya ni esas preguntas me puedes hacer. Pero siento, cuando me miras, que aun estamos conectados. Que no son necesarias las palabras. Que permanecer tomados de la mano es lo que necesitamos para saber que estamos juntos. ¡Qué corto se hace el tiempo!

Una mañana de Enero, decidiste que ya era hora. Que por fin estábamos lo suficientemente grandes Patty y yo para poder estar solos. Que tanto Gabriel, Francisco, Daniel, Santiago y Cristian ya entenderían. Que Carlos y Mimu te quieren igual que nosotros. En la otra orilla te estaban esperando hace ya mucho tiempo Cesar y tus hermanos y tus hermanas. Cruzaste aquel río, que nosotros no podemos cruzar aún, de mañanita.

Me quedé con el hasta pronto Adelita en la boca. Pero lo mas importante es que tu, mamá, vivirás mientras yo viva en mi corazón y en mis recuerdos. Qué siempre estas presente en cada paso que doy, porque tu fuiste la que me enseño a andar. Qué siempre estas presente en cada decisión importante que tomo, porque me enseñaste a valorar y respetar a las personas y a las cosas. Qué estás en cada gota de lluvia que toca el suelo en esta lejana tierra donde ahora vivo. Y que acaricias mis sueños mientras duermo, mamá.

1969, Las Nazarenas, Lima